28.4.16

Cómo no querer volver.

   

        Ahora que lo pienso, recuerdo perfectamente la mejor época de mi vida. Correr a esconderme en los portales para asustar al personal, saltar en charcos marrones y madrugar los sábados para pillar los columpios del parque libres… Eso era vida de privilegiados.
       Llegar a casa del colegio, que mi madre tuviera preparada la tortilla más rica del mundo y consiguiera indigestarme a base de cosquillas, reservado para días especiales. En los superespeciales hacíamos guerras con pistolas de agua dentro de casa.
       Los que no podía creer que fueran reales, los de “frigopies” después de pasarme toda la tarde jugando con una pelota descolorida en el mar. Y los ya sublimes, insuperables, los de chocolate con churros al lado de la cocina de carbón y siesta con "Los Simpsons" de fondo.

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