25.4.16

De cuando no quiero escribir.

       


    Por un momento siento la angustia en el pecho; luego la veo deshacerse en el ambiente con humo de tabaco y recupero un centímetro de pulmón. Y todo por temer quedarme a solas contigo. Llevo días no, semanas, evitándote. No preguntes, ambos sabemos lo que me ocurre y no quiero mentirte. Y eso que solo contigo puedo sentirme mejor pero, en estas noches que se desgranan casi interminables, prefiero rebozarme en nostalgias decadentes.  Supongo que hay ciertas cosas que nunca cambian, y si lo hacen, en algún momento flaquean las fuerzas y miran de reojo lo que fueron; son absorbidas por el agujero negro del pasado, que no parece cansarse de tragar ocasos, y cariños, y todo lo malo que una vez fue devastador pero ha dejado de quemar.
    No te lo tomes tan mal, sabes que para mí eres una estrella que nunca se pone, que siempre puedo mirar, que siempre está en su rincón de oscuridad. Hoy he vuelto, no hace falta que prometa volver a hacerlo, pero necesito que tú sigas en tu rincón. No huyas tú también. Sería gracioso buscarte un día, entre fibras y tinta de kiosko, y encontrar un “cerrado por defunción” o algo por el estilo, confieso que acabaría riendo. Después de tanto mezclar nervio y puro miedo al sentirte observando mi imposición de distancia, una desaparición inoportuna por tu parte sería irónica cuanto menos.
    Maldito cabrón, ahora me miras así y sé
que nunca te irás de aquí, serás mi estrella circumpolar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí puedes insultarme.