25.4.16

No comparto. Parte segunda.




        El timbre resonó dentro de mi cráneo unos segundos y, sin darme tiempo a preparar una excusa en condiciones, la puerta se abrió delante de mí dejándome al descubierto.

    -¿Sí?- dijo poniéndose la mano en el pecho. Parecía que acabara de darse cuenta de su falta de ropa y tuviera la necesidad de disimularla.
    - Hola... Verás, vivo en el cuarto, y no tengo señal en la tele- revolví la lengua entre los dientes en un intento de hacer saliva-, si fueras tan amable de comprobar si la tuya funciona...
        Se quedó mirándome y me dio por pensar que mi mentira no había colado, sabía que le había escuchado matarla y tendría que hacer lo mismo conmigo.
       - Claro, pasa.
       Mierda, y ahora qué… Entré en el hall, estaba prácticamente vacío execepto por un perchero del que colgaba una cazadora de hombre.
      - ¿Hola?- dijo desde el salón.
      - Hola, digo sí, eh perdón...
       Hizo un gesto con la mano invitándome a pasar y se dio la vuelta sobre el sofá; supuse que buscaba el mando de la tele entre los cojines, pero al pasar la vista por la habitación lo vi sobre la mesa y se me cortó la respiración. ¿Qué coño buscaba, un mazo? ¿El cuchillo que escondió cuando llamé al timbre?
       -¿Buscas el mando?-dije con voz de matasuegras-, porque está en la mesa...
        Sonrió y se dio una palmada en la cabeza. Estaba justo delante de mí encendiendo la tele y pude ver que tenía la espalda mojada, y el pelo. Le olí disimuladamente, era sudor. Olía a sexo, a látex usado. De hecho todo el salón olía a lo mismo. Así que el asesinato había sido un polvo... Desde luego, si ahora la gente follaba así, me había quedado muy anticuada. Quizá la matara después... Pero cómo iba a saberlo. Empezaba a marearme, necesitaba volver a la seguridad de mi búnker...
        -¿Eh? ¿Me oyes?
        Me zarandeaba la muñeca intentando bajarme de donde quiera que estuviera colgada; pero ese contacto era lo que faltaba para sobrecargar mi sistema y tuve que salir corriendo hacia la puerta de entrada, que seguía abierta.
       Creo que me caí en los últimos escalones a mi rellano, no lo recuerdo bien. Con dos diazepanes y otros tantos vodkas como para recordarlo.

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