Todos huimos de algo, la mayoría de nosotros mismos. Incluso el reflejo plano de la propia mirada en un espejo es insoportable. Aquí estoy - piensas-, ese ser soy yo y no tengo control sobre él. Camino en círculos a sabiendas sin cambiar el paso, inhalo una y otra vez el mismo aire viciado, y la decisión de seguir haciéndolo todo de igual manera se levanta ante mí como un muro imposible. Un muro que me observa unos instantes cada día mientras me lavo los dientes o me rizo las pestañas. Soy yo, aquí, sin control sobre mí. Sin escapatoria. No sé cómo se dice que se tiene miedo, o que ya no se distingue lo real de la ficción… Por eso mejor me callo y sigo con mis rutinas. Después de todo siempre puedo volver a mi rincón, cruzar las piernas y escribir. Soy yo, aquí, acariciando un reflejo que no incomoda, que se desdobla en paralelo sin tapiar salidas, haciendo más fácil afrontar que huir. Y de fondo, una frase que se repite, “sí lo sé”. Cuando acabe con un “no sé” ten por seguro que conozco la explicación a mis errores, es la misma que la razón por la que los escondo: cobardía. Y así, evitando mirarlos a la cara, entierro los días que voy dejando morir, consciente de que no viviré nunca en ninguno de ellos como lo hago aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aquí puedes insultarme.